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martes, 14 de febrero de 2012

Realmente nunca murió


Aun recuerdo mi dulce infancia, llena de juegos inocentes, de dulce promesas, pero sobre todo llena de amor. Si de amor; el amor más puro que he llegado a sentir en mi vida, el amor hacia mi abuela. Ella fue quien me enseño un mundo lleno de magia e ilusión, todo lo que soy, todo lo que  tengo se lo debo a ella. Siempre fue mi musa, la que pinto mis días de color, aquellas noche tristes y frías ella las convertía en dulces y cálidas. Sin embargo no todo es para siempre, aun recuerdo ese día, es maldito día que cambio radicalmente mi vida.

-          Juan recuerda guardar la cartulina en el bolso - Dijo mi dulce abuela
-          Si nana, gracias por recordármelo – Dije con poco de ternura, adora con locura que ella siempre estuviera prestando atención a todo lo relacionado con mi mundo
-          ¡Bendición! – Dicho esto bese su mejilla y la abrace
-          Dios te bendiga amor. Que la virgen tu cubra con su santo manto
-          ¡Amen!


En el colegio me encontré con mis mejores amigos Martín y Rafael, estuvimos hablando un poco, pero luego sonó el timbre y cada quien se dirigió a su respectivo salón de clases. El último timbre de clases ya había sonado y yo me encontraba camino a casa; cuando estaba cerca de la casa un vacío extraño invadió mí corazón y un dolor fuerte golpeó mi pecho, así que me detuve un instante a descansar cuando a mi mente vino la imagen de mi abuela, eso era, apresure el paso para llegar rápido a la casa. Cuando llegue encontré a mí abuela acostada en un mueble de la sala, se veía mal, así que me acerque acelerando el paso y comencé a hablar con ella.

-          ¿Te sientes bien?
-          Si, cariño fue solo un pequeño mareo
-          ¿Estás segura?
-           Si, Juan no te preocupes, tu sabes que hierba mala nunca muere- Dijo esto con un tono gracioso
-          Jajaja tu y tus ocurrencias, si tu me aseguras que estás bien te creeré, iré a bañarme – Dije un poco inseguro

Tome una ducha para relajarme, me vestí y baje a la sala, cuando me acerque al sofá encontré a mí abuela pálida y cuando empecé a llamarla no contestaba. Tome mi celular y llame a emergencias, por primera vez en mi vida estaba desesperado por escuchar el típico sonido de las ambulancias. Después de eternos minutos de espera la ambulancia llego y comenzaron a subir a mi abuela en una camilla y luego en el vehículo, yo me senté a su lado y le tome la mano.

Necesitaba saber que estaba bien, solo eso necesitaba, el simple hecho de que ella estuviera bien haría que mi vida tomara otra vez un rumbo fijo, esa simple noticia me permitiría estar feliz y seguir adelante ya que ella es mi razón de vivir. Lamentablemente los médicos no me dieron la respuesta que necesitaba escuchar.

-          Familiares de la Sra. Semprún –Se escucho en el pasillo, inmediatamente me levante y me acerque aquello señores.
-          Yo soy su nieto
-          ¿No hay otro familiar presente?
-          No solo yo, por favor deje de darle vueltas al asunto y dígame como se encuentra mi abuela
-          Sr. Semprún; su abuela esta ahora en un estado crítico, ella ahora padece cáncer de  páncreas.
-          ¿En que etapa se encuentra la enfermedad? –tartamudeé  un poco al preguntar
-          Lamentamos decirle que la enfermedad se encuentra en su fase terminal- Dicho esto se retiró

Cuando el doctor se alejo, me arrodille y comencé a llorar frenéticamente, no era justo, no es justo, que a ella le este pasando esto, a la mujer más dulce  del mundo, es ilógico, que Dios permita que le pase esto a una mujer así. Esa noticia me dejo devastado, mi corazón estaba destrozados y sin motivos para latir. Me acerque a su habitación y el verla postrada en esa cama, conectada a tantos claves y luchando por su vida me terminó de partir el alma.

Un médico se me acerco y me dijo que si deseaba entrar a la habitación podía hacerlo, entre lo más rápido que pude y me postre a su lado, tome su mano y comencé a llorar nuevamente, no pude dormir en toda la noche, solo deseaba ser un niño pequeño otra vez, quería cerrar los ojos y volver en el tiempo, estar al lado de ella cuando todo estaba bien, cuando todo era un mundo de múltiples colores, pero otra vez la cruel realidad desgarro mis recuerdos dejando solo el eco de los mismos en la habitación. Cuando por fin logre cerrar mis parpados soñé con una imagen de mi infancia, tenía cinco años en ese entonces, mi abuela me cantaba una canción de cuna porque mis pesadillas no me permitían   dormir en paz, esas imágenes se reproducían sin cesar en mi mente.

Desperté un poco agitado por el sueño que había tenido, fui al cafetín del hospital para desayunar algo, cuando me tropecé con un señor y este me dijo:

-          Los designios de Dios son perfectos no te aflijas por lo que el ha decido, con el pasar del tiempo entenderás porque sucedió esto- cuando dijo esto una ráfaga de viento azoto el lugar y así como se fue el viento, el hombre también desaparecido.

Me quede un poco confundido, sin embargo decidí seguir mi camino hacia el cafetín. Luego de haber desayunado, me acerque a la diminuta capilla que tenía el hospital, y me arrodille enfrente del sagrario y comencé a orar, le pedí al señor que hiciera lo que fuera mejor para mi abuela, que lo que iba  a suceder no le produjera tanto dolor a ella, pase un buen rato en la allí; meditando lo que estaba sucediendo y el curso que estaba tomando mi vida, además de pedirle a Dios por el bienestar de mi abuela; me atreví a pedirle un poco de sabiduría, para saber manejar mi vida, ahora me sentía escuchado, un poco mas calmado, ahora si podía ver el mundo con la claridad necesaria para afrontar la prueba que el señor me estaba colocando.

Con el pasar del tiempo, mi abuela no resistió más y se fue al cielo, no pude aguantar y rompí en llanto, llore, llore y llore hasta que no me quedaron más lagrimas. En el velorio todos mis familiares lloraban desconsolados y los amigos más cercanos de la familia solo miraban con pena la tumba de mi abuela.  La parte más difícil de su muerte había llegado, el entierro, la despedida eterna, a medida que la misa avanzaba mi corazón latía más lento, lo que estaba sintiendo en esos instantes no se como explicarlo, no tengo palabras para expresar el dolor tan profundo que sentía en esos instantes, a pesar de saber que ella estaba mejor allá arriba no podía dejar de pensar que me había abandonado. Cuando todos se retiraron del cementerio, quede yo solo al frente de su tumba, esperando una señal de que aun estaba a mi lado y que no me había dejado solo en este mundo tan cruel. Respire profundo y bese su tumba, luego me di vuelta y suspire, es tan difícil afrontar que la persona a la que más has amado en tu vida ya no esta, por situaciones ajenas a ella se ha marchado y ya no se encuentra con nosotros.

Ahora solo quiero hacer constar, que ella todavía vive, en mis recuerdos, en mi corazón y a pesar de que ya no se encuentre conmigo yo la seguiré amando hasta que dure mi existencia, tal vez hasta la eternidad, por que el amor no se agota, no es efímero y menos este amor tan majestuoso que yo siento por ella.

-Guada-

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